Cerealitas.


"Sobre gustos no hay nada escrito" dijo alguna vez alguien que nunca leyó nada en su vida, porque hay un montón de cosas escritas sobre gustos. Pero lo que sí es verdad es que hay muchos gustos extraños en el mundo. Yo, por ejemplo, cuando niño, mojaba las papas fritas en Coca Cola, y de grande soy normal. Hay gente que combina queso y dulce de batata y nos quiere hacer creer que es un postre, cuando todos sabemos que no está ni cerca (haciendo un paréntesis literal, un postre debe ser dulce en su totalidad, además de blando y "mojado").
Pero ateniéndonos a lo que nos concierne hoy, analizaremos el caso de Obdulio Gauzisky, un colorado de zona sur que era conocido por ser bastante peculiar. Obdulio era raro, pero no quería serlo. Quería que todos fueran como él para sentirse uno más. Y si eso implicaba imponerle al mundo sus gustos, que así fuera.
Obdulio solía vagar por las calles de la zona tratando de convencer a los transeúntes que sigan sus consejos culinarios. Paraba personas al azar y las invitaba a degustar salchichas crudas con mermelada de frambuesa, atún con dentífrico y bujías a la provenzal, por ejemplo.
Su siguiente paso fue entrometerse en los mercados y presentar al público los productos que él consideraba delicias preparados directamente en la góndola. Así fue como los consumidores se encontraron muchas veces con combinaciones para nada coherentes.
Obdulio incluso había pensado los nombres de sus creaciones. Entre sus platos favoritos se encontraban: la "Esponja de baño al horno con papas", las "Finas lonjas de cerámico salteadas con delicioso dulce de leche" y el "Universo paralelo", que nunca se supo bien en qué consistía.
Obdulio terminó preso por sus acciones invasivas y antes de morir en la silla eléctrica, disfrutó su última cena, una sabrosa milanesa con puré.

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